Penacova

La naturaleza fue realmente generosa aqu�, levantando colinas y monta�as, excavando valles profundos o haciendo correr tranquilamente al r�o Mondego a trav�s de coloridos matorrales de flores, abruptos precipicios o llanuras bien cuidadas por el hombre.

Por si esto fuera poco, peque�os pueblos blancos anidan en las cuestas y los orgullosos molinos de viento de Portela de Oliveira y Gavinhos, por ejemplo, dan sus caras a las brisas m�s inclementes que soplan desde las alturas.

Los hornos de cal de Casal de Santo Amaro siempre llaman la atenci�n del viajero y el paisaje de los diques de Raiva y Aguieira son un encanto para los ojos.

Penacova es una ciudad peque�a y risue�a, con un clima apacible y seco, y una luminosidad caracter�stica que le otorga el sol al brillar en las laderas y reflejarse en el espejo de las aguas del Mondego; rodeada de campos verdes, contra la sierra, resulta siempre atractiva, muy especialmente en febrero y marzo, cuando las mimosas en flor realzan su belleza.

Pero el concejo tambi�n se jacta de una reliquia hist�rica y religiosa: el Monasterio de Lorv�o, probablemente fundado despu�s de la reconquista de Coimbra, en 878, el cual se hizo famoso por sus manuscritos iluminados del siglo XII y por las tumbas de Santa Teresa y Santa Sancha.

La influencia del monasterio en el estilo de vida del lugar fue enorme; un ejemplo curioso es la fabricaci�n de los t�picos palillos de dientes del municipio, que se dice que inicialmente fueron creados por las monjas para decorar dulces y pasteles.

En lo que se refiere a la gastronom�a, la opci�n es sencilla: durante el invierno reina la lamprea; la primavera trae consigo otros sabores del r�o, como las truchas asadas a la parrilla y el pescado frito, y para los rigores del tiempo m�s fr�o es bueno calentarse con casta�as asadas y la chanfana (un estofado de cabrito al vino) y los dulces conventuales, como los past�is de Lorv�o, hechos con huevos y almendra.

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