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Enmarcada por montañas densamente boscosas, la pequeña ciudad de Miranda do Corvo tiene una historia remota, aunque su viejo castillo, conquistado por los moros en 1116, haya desaparecido casi completamente y solo el campanario y la cisterna todavía permanezcan en pie.
Vale la pena visitar la Iglesia Matriz, fundada en el siglo XIV y reconstruida en 1786, con una fachada neo-clásica y altares tallados en madera dorada.
A corta distancia, la Capilla de Nuestra Señora de la Piedad de Tábuas, del siglo XVI, se levanta sobre un precipicio, rodeada de árboles, y resulta un sitio muy pintoresco.
El pueblo de Semide creció alrededor del gran Monasterio de Santa María, fundado por la Orden Benedictina en el siglo XII; el convento fue profundamente remodelado en el siglo XVII, después de un incendio devastador, y la iglesia actual data de 1697 y exhibe retablos con esculturas barrocas y paneles de azulejos de los siglos XVII y XVIII.
En la cima de la Sierra de Semide, el Santuario de Nuestro Señor de la Sierra ofrece magníficas vistas y ha atraído peregrinos desde tiempos inmemoriales; la capilla, en estilo neorrománico, se construyó en 1901 para reemplazar la antigua ermita del siglo XVII.
Sin salir del municipio, la diminuta localidad montañesa de Gondramaz se ha conservado como una de las típicas «aldeas de esquisto» de Portugal.
En cuanto a la gastronomía, la legendaria especialidad de Miranda do Corvo es la
chanfana (estofado de cabra), cuya receta posiblemente provenga del monasterio de Semide: los pastores pagaban la renta de sus pasturas con cabras y cuando las monjas no podían hacerse cargo de grandes rebaños podrían haber inventado esta forma de conservar la carne, asada en vino, también ofrecido por campesinos inquilinos del lugar, a los que agregaron ajo y hojas de laurel cultivados en su propiedad.
Con los sobrantes y la salsa también se hace la original «sopa de boda»; ambas preparaciones se cocinan en las ancestrales ollas de arcilla cubiertas con hojas de col, ya que el concejo desarrolló una próspera industria de alfarería roja en los siglos XVI y XVII.
La artesanía local incluye trabajos de encaje, otra tradición también nacida entre las religiosas, y la «hilandería de Almalaguês», tejida y bordada en hilo de algodón, que luego se utiliza para tapicería y la confección de cubrecamas.
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