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El curioso nombre de este pueblo, posiblemente de origen prerromano, significa, literalmente, «Fresno de la Espada a la Cintura». Varias historias intentan explicar este apelativo que bien pudiera venir de un guerrero visigodo llamado Espadacinta, o del escudo de armas de un hidalgo español; o ¿por qué no? quizás provenga de una leyenda en la que el propio rey Dinis, cuando visitó la aldea en el siglo XIV, amarró su espada a un fresno junto al castillo.

Lo cierto es que, una vez allí, resulta imperativo conocer la Iglesia Matriz, en estilo manuelino, con su exquisito portal del siglo XVI que da entrada a un suntuoso interior y hace pensar en una réplica en miniatura del Monasterio de Jerónimos, en Lisboa; los tableros del retablo se atribuyen al genial artista Grão Vasco (1475–1540) e incluyen una bellísima
Anunciación.

La picota, también de tipo manuelino, es una de las mejor conservadas y más interesantes del país; y la Iglesia de la Misericordia, con su nicho gótico sobre el pórtico principal, bien vale una visita.

El lugar está dominado por la heptagonal
Torre do Galo, de donde pueden obtenerse vistas espectaculares, especialmente en primavera, cuando los populares almendros en flor de la región atraen a las muchedumbres.

Junto con este blanco esplendor que cubre cuestas y montañas a ambos lados del río Duero, los olivares y viñedos forman un paisaje deslumbrante que es difícil de olvidar y que siempre se añora con deseos de volver.

Aquí, realmente podemos decir que la zona nororiental de Trás-os Montes ofrece orgullosa lo mejor de sí, sus más lindos y altivos parajes solitarios y sus pueblos más acogedores.
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