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En el corazón de la región exuberante y floreciente del Minho, el municipio de Vila Verde ofrece paisajes naturales de gran belleza, el chispeante y ligero
vinho verde, pueblos bonitos y artesanías tradicionales.

Interesantes mansiones e iglesias de los siglos XVII y XVIII, principalmente en estilo barroco, pueden verse por todo el condado, como los antiguos ayuntamientos de Prado y de Moure, la
Casa da Torre, en Soutelo, la Capilla de San Antonio, en Vila Verde, y la iglesia del
Santuário do Alívio, también en Soutelo.

Los valles de los ríos Cávado, Homem y Neiva, con exuberante vegetación, son conocidos por su idílico encanto, e incluyen playas fluviales, como las de Malheira y Faial, populares para la práctica de deportes acuáticos, especialmente el kayak, remo y pesca.

Las zonas montañosas, densamente arboladas, ofrecen lugares pacíficos con vistas encantadoras.

Vila Verde es reconocida por la alta calidad de sus artesanías, y los típicos
lenço dos namorados (pañuelos de los enamorados), bordados por las lugareñas desde el siglo XVIII para ofrecer a un eventual pretendiente, quien los deberá llevar en público en señal de interés.

La alfarería local y los trabajos de mimbre también son muy apreciados.

La gastronomía de Vila Verde, al igual que la de todo el Minho, se caracteriza por platos suculentos como el cabrito asado, los
rojões (carne de cerdo frita condimentada con especias, comino, ajo y vino) y el
cozido à portuguesa (una variedad de carnes, salchichas y verduras servidas en su propio caldo).

Los dulceros encontrarán especialidades como el famoso
pudim do abade de Priscos, un budín que lleva el nombre del abad que lo inventó y está hecho con huevos y grasa de cerdo sazonados con vino Porto, limón y canela.

Naturalmente, las comidas deben ser acompañadas por el
vinho verde producido en toda la región.
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