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Las regiones montañosas, salvajes y remotas de la Sierra de Barroso, en el nordeste de Portugal, abarcan el municipio de Boticas, donde idílicos paisajes parecen representar una austera vida rural, caracterizada por costumbres antiguas y tradiciones guardadas hasta nuestros días.
Tal es el caso del
vinho dos mortos (vino de los muertos), una bebida que debe este peculiar nombre a un episodio histórico: en 1809, los habitantes del lugar enterraron su vino para impedir que cayera en manos de los invasores franceses. Cuando el ejército de Napoleón se retiró, descubrieron que el vino había mejorado; las botellas fueron entonces bautizadas como «muertas» y la práctica de enterrarlas durante aproximadamente dos años aún persiste.
Boticas también es famosa por su casta de bueyes tradicional,
barrosã, de la que se obtiene una carne muy apreciada.
Por otra parte, la vida animal en la región es variada: jabalíes, lobos, zorros, tejones, ardillas, águilas y búhos cohabitan en sus cuestas y llanuras, junto a piezas de caza como las perdices, codornices, liebres y conejos salvajes.
El paisaje se ve atravesado por ríos y arroyos que, además de apoyar la agricultura local, atraen a muchos entusiastas de la pesca y deportes acuáticos; las truchas y anguilas locales son famosas y abundantes.
La importancia del agua para el municipio también es obvia en Carvalhelhos, fuente de una de las más populares aguas minerales embotelladas.
La gastronomía local incluye una excelente ternera y una famosa receta de truchas rellenas con jamón ahumado, pero también otras especialidades a base de cabrito y carne de cerdo.
Viejas prácticas comunitarias, como el
forno do povo (horno del pueblo), donde los lugareños cuecen su pan en común, o las luchas ínter pueblerinas de bueyes (
chegas dos bois), resultan sorprendentes para los visitantes citadinos.
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