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En tierras bajas y fecundas, cruzadas por tres afluentes del río Mondego, Soure fue escenario de frecuentes devastaciones y luchas entre moros y cristianos durante la edad media; su castillo y monumentos reflejan un pasado rico y agitado; el concejo produce arroz, vino, aceite de oliva, maíz y patatas.
En el pueblo vale la pena visitar el castillo, el ayuntamiento en estilo neo-manuelino, la Iglesia Matriz, de 1490, la Capilla de San Mateo y varias propiedades con mansiones majestuosas en los alrededores.
A unos seis kilómetros, la diminuta aldea de Vila Nova de Anços fue sede de un municipio abolido en el siglo XIX pero conserva con orgullo varios monumentos, como la picota manuelina, el palacio de los Duques de Cadaval, la Iglesia Matriz (en ruinas), del siglo XV, una cruz de piedra del siglo XVII y la Iglesia de la Misericordia, entre otros.
En cuanto a la gastronomía regional, la torta esponjosa y los bizcochos de aceite de oliva de Soure son sus especialidades más populares, así como el queso casero de Rabaçal, hecho en la aldea de Degracias, en la sierra.
La festa y la feria anuales en honor del santo patrono de Soure, San Mateo, se celebran cada mes de septiembre y resultan un evento muy colorido y animado.
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